El destino y lo trascendental nunca fueron para mi.
Para un hombre bien-desecho, un viaje sin retorno es el placer de no comprar el billete de vuelta junto con el de ida. Viajar con gente distinta, gastar poco dinero y vivir en varios sitios.
Antes o despues uno deja de ver proyecciones sobre si mismo en cualquier parte, cruzadas y demas leyendas sobre su propia cabeza, a veces desnuda, a veces no tanto. Van desapareciendo los similes hilos de las historias de los demas, se derriten y empastan hilo a suelo, dedo a dedo, brazo a brazo con los demas...y no queda mas que mirar por el agujerito del vinilo, un disco rallado de alla por el noventa y pocos...declive de la creatividad musical.
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