domingo, 3 de junio de 2012

Estar en nada.


Uno puede acabar preso de las circunstancias, del saber estar. Puede uno quedarse entre el decoro y la incomodidad, entre estar y no estar, estarse quieto.

Podemos acostumbrarnos a no dormir en la misma cama cada noche y podemos no dormir.

Hay posibilidad de perderse entre las calles y ver acercarse al dudoso hombrecillo de la mano en el bolsillo y la chaqueta holgada.

Puedes, y nadie te lo impide, incluso te obligas a someterte al nemesis del sueño, a su sombra, columna inamovible, pilar de la locura, el tiempo, y entonces ver que no eres libre de actuar de otra manera que no sea esperar a que todo empiece a funcionar y subirte al tren cuando te dejen.

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